Fecha de Publicación 16/04/2025
Malbec & Tannat: Dos cepas, dos naciones, una sola pasión.

Hubo un tiempo en que las cepas viajaban en barcos. No en etiquetas ni en copas, sino en esquejes dormidos, traídos por manos que extrañaban su tierra y buscaban futuro. Así llegaron el Malbec y el Tannat al Río de la Plata, desde el viejo mundo francés hacia el sur americano, cargados de memoria y promesa. El Malbec, encontró en los valles mendocinos algo que no había tenido: protagonismo. Ahí, al pie de los Andes, donde la altura, el sol constante y los suelos pobres pero bien drenados hicieron que esta uva, discreta en Francia, se transformara en una potencia expresiva. Ganó cuerpo, intensidad y una identidad propia. Hoy, es la firma de Argentina en el mundo. El Tannat, por su parte, llegó con los vascos al otro lado del río, a las suaves colinas de Uruguay. Allí, en un clima más húmedo y moderado, con suelos arcillosos, esta uva rústica se suavizó sin perder carácter. Donde antes era áspero y recio, en Uruguay aprendió a ser amable, redondo, elegante. Uruguay no solo la adoptó: la refinó. Le dio balance, acidez natural, longevidad. Hoy, el Tannat es el emblema del país. Ambas cepas encontraron en el sur no solo un suelo fértil, sino un terroir emocional: culturas dispuestas a adoptarlas, a darles identidad y celebrarlas como propias. Así, el Malbec y el Tannat no solo echaron raíces en la tierra, sino también en la historia. Se volvieron relato, orgullo, y brindis.

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